Viavélez abrió sus puertas en Enero de 2008 y es el restaurante madrileño de Paco Ron, cocinero asturiano de larga trayectoria que llegó a ostentar una estrella Michelín en 1998 en su Taberna de Viavélez, en el pueblo asturiano del mismo nombre.
El restaurante está situado en la esquina de la calle Comandante Zorita con General Perón. En la planta de la calle está la zona de barra mientras que en la planta sótano se encuentra el comedor, elegante y sobrio, decorado en tonos claros y neutros.
Viavélez ofrece una cocina basada en los sabores tradicionales y en el buen producto tratado con técnicas actuales.
Visita 12 de Junio de 2010
Bien aconsejados por el maitre, elegimos el menú degustación corto de 55 euros (hay otro de 65 euros con dos entradas más y quesos), compuesto por dos entradas (que en nuestro caso fueron tres), un pescado, una carne y dos postres. El menú se compone de platos de la carta que elige el chef Paco Ron en función del mercado y del perfil de los comensales, pero atento a los gustos y sugerencias de éstos.
Empezamos con un aperitivo, gazpacho con escalivada de anchoa, suave y cremoso y con una anchoa de gran calidad.
La primera entrada fue el salpicón de bogavante, quizás algo soso, lo más flojo de la noche.
Subió el nivel a lo más alto con la segunda entrada, las patatas a la importancia con almejas, plato emblemático de la casa con una fama bien merecida. El caldo que las acompaña, de berberechos, almejas y perejil, ya por sí solo justificaba el plato. Las patatas, confitadas, melosas, acompañadas de unas buenas almejas, completaban un plato excepcional.
La tercera entrada, que amablemente añadieron a nuestro menú, fue el royal de pato, de sabor intenso.
La merluza con salsa de guisantes, pil pil de patata y cebolla confitada mantuvo el nivel de producto y de nuevo una elaboración que lo resaltaba en un plato sobresaliente.
La carrillera con puré de patata, punta de espárrago verde, senderuelas y zanahoria escarchada. De nuevo un platazo, magnífica combinación de la carrillera y el puré de patata (magnífico este último, parecía crema), aunque las senderuelas y la zanahoria no le aportaban mucho.
El primer postre, crema inglesa con granizado de manzana verde y regaliz, era más bien un prepostre, muy refrescante.
El segundo postre, la cepa, helado de pistacho con ramas de chocolate con menta y polvo de chocolate con pistacho y gelatina de amaretto.
Con los postres nos invitaron a un Tokaji Oremus, de nuevo un detalle muy de agradecer.
El café vino acompañado de petit fours, crujiente de vainila, gominolas de piña y frambuesa, y trufa.
Acompañamos la cena con André Clouet Grande Reserve Grand Cru, que en esta ocasión fue rosé a sugerencia del maitre. La carta de vinos es muy variada y con muchas referencias interesantes a precios no demasiado elevados.
En resumen, un gran restaurante al que seguro que volveremos en breve.
Total factura: 167 euros.
2 cervezas: 7,50 euros.
André Clouet Rosé: 49 euros.
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